No han sido suficientes cien años para borrar las huellas que dejó Arturo Cova en la garganta indómita de la selva amazónica, el lastre de las pasiones humanas, con su peso endógeno, laceró caminos interminables, hiriendo hondamente la memoria de cada una de almas que se desprendieron de sus cuerpos inmolados en los oscuros rincones de la avaricia desenfrenada.
El poeta en su tribulación enjuga las penas de sus antepasados buscando expiación en el horizonte de sus aventuras, e intenta una atmósfera acuarelada que humedece con paciencia en cada espacio de la trama bucólica, que se desarrolla inquietante en los espacios terrenales y fantásticos que lo atrapan.